Por César Vélez (El Emperador)
Un día a la osa por andar rascándose en un árbol se le metió una espina en la pata, el dolor iba en incremento y aunque intentaba diversos modos para retirarla al fin se dio por vencida, cojeaba al andar y miro que de esa forma sería presa de sino los cazadores si del hambre por no poder correr para cazar su alimento, Andaba taciturna y adolorida cuando fue testigo de como un tigre perseguía a un ruiseñor al principio parecía solo un juego, más luego se percató que el odio enceguecía a la bestia en contra del ave, y con zarpazos al aire y saltando estaba a punto de dar cuenta de su víctima, más en un certero zarpazo el ave se fue al piso dejando en el aire un rastro de plumas, la osa tuvo compasión y a pesar de su estado con un voraz grito apareció interviniendo tarde quizá. El tigre primero trato de parecer más fiero, pero sabía que frente a la fuerza de la osa no había posibilidad de ganar, así que se marcho sin mirar siquiera a su víctima que yacía en el piso sin moverse. La osa que iba a siquiera como acto último enterrar al ruiseñor no dio crédito a lo que miraba, el ave estaba bien, había sobrevivido aunque un ala estaba como afectada, se levanto y dio pequeños saltos tratando de huir a su nueva amenaza, pero la osa le alcanzó y le dio a entender que el asunto no era hacerle su presa, sino más bien pedirle un favor, el ruiseñor miro entonces la pata afectada de la osa y valiéndose de su pico quito la espina, la osa sintió el alivio en seguida y en acto de agradecimiento cuido del ruiseñor hasta que sanará su ala y pudiese volar. Esto que acabo de contar solo se da en la naturaleza entre animales, los humanos no tenemos tal posibilidad.
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