Por Alexis Mendoza
Llego por debajo de la puerta, la vi pero no dije nada, estaba congelado ¿Qué rayos hace esa vieja en mi casa? me dije para mí, era la muerte fría que venía a escoger a quién llevarse, yo le manifesté mi amor desde el comienzo, me rendí a sus fauces, le ofrecí la sonrisa, le prometí amor eterno, obvio todo ello, pensé más tarde que quizá no era mi hora, que misia muerte se había equivocado era que venía por el abuelo de enseguida que se quejaba noche y día. Cuando volví a aterrizar en casa la vi sentada en el lugar mio, no desistí, le presente a mi amigo César y a mi amigo Charlie, también a el aviador, divertida se sonrió, le serví a la muerte un helado, lo rechazó, le pregunté entonces ¿Qué se te antoja? y dijo que un masaje de pies, había tenido mucho trabajo ese día, un temblor en la lejanía, una matanza en otro lado y estaba acá descansando en mi casa. El César todo un caballero en conquista se agacho a hacerle el masaje en los pies pero la dama lo rechazo con un vehemente - Aún no ha llegado el día en que un macho me toque - ¡rayos! dije para mi mismo la muerte es virgen y me puse a pensar en las poses amatorias que yo haría con ella... El Charlie se puso a hablarle mal de sus vecinos y lo mal que le caían sus Profesores, el aviador en cambio se dedico a lanzar sus aviones de papel y uno de ellos al vuelo se le encajo en plena cuenca del ojo a mi señora muerte, ella no se quejó solo retiro el avión de papel y sonrío con sus dientes blancos, quién diría que eso la ofendió y por eso el aviador voló un día de un puente... Mi madre llega a las siete le dije como diciendo que ya la visita se ha alargado demasiado... pero la señorita muerte ni se inmuto... quién iba pensar que ella venía era por el gato, por "Rufián", nunca lo pensé. Solo que cuando mamá llegó y me encontró llorando frente al gato inerte me conmovió con su idea de que la muerte no es nada, ni duele, ni espanta ¿Acaso te dolió cuando naciste? me dijo.
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