martes, 23 de enero de 2018

Monerías en medio de la nada # 3: Mover el esqueleto

Por XervanteX

Y en medio del caos hacemos la fiesta y santificamos es el licor para elevarnos a el padecer y el olvido porque el mundo nos promete mucho peso en la injusticia del amor y la oportunidad. La felicidad tiene un hueco muy estrecho como alcancía que no deja que insertar todo lo que queremos.

El Emperador César mete las manos en los bolsillos de la chaqueta y busca a todas estas el dinero para pagarnos el vicio, pero no hay y salta de bolsillo a bolsillo y mientras una coqueta chica fácil le baila pensando que él esta danzando, los demás nos reímos de la ocurrencia. Mientras explora los nueve bolsillos secretos, las demás chicas vienen para arrullarnos en sus pechos y hacernos pagar de buena manera el licor, ellas beben agua, les es prohibido embriagarse y menos enamorarse. El Emperador César por fin halla un rollo de billetes que distribuye entre las chicas y para más sensación ellas prestan su pecho y él animado deposita la cantidad correcta entre teta y teta. El dueño del sitio esta fascinado con nuestra presencia tanto que pone una botella en el centro de la mesa y dice que es cortesía de la casa. Pero el Emperador habla con él diciéndole que las chicas quieren les levante el veto de enamorarse e inclusive algunas están tan ávidas de sexo que tienen mal genio. El dueño se pone molesto y ordena a las chicas retirarse de la mesa. El  Emperador César al ver su causa perdida a un guiño inicia una pelea que da al traste y fragmenta en cristales la botella cortesía de la casa. La gente cambia la danza por pasos de boxeo, patadas de karate y llaves de lucha. Esa es nuestra constante, a las chicas les han desnudado a la fuerza para apoderarse de los billetes que llevan sobre el busto, pero se enfadan más cuando descubren que los billetes son parafernalia de lo falsos. Así también la vida nocturna es buena a veces se gana una caricia y se pierde la estima y otras se sale por la puerta del frente o a veces por la puerta de atrás con la consigna de haberle tocado una teta a una susodicha o haberle manoseado el alma a alguien para robarle el dinero. Nadie nos quita lo peleado, ni lo bailado.  

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