Por XervanteX
Me fingí héroe, ayudando a los pobres, calmando las penas de amor y luchando por todos.
Pero un héroe es tan triste como un escritor porque debe resistir también la pérdida y la soledad, además debe sugerir que su heroísmo es desinteresado, y al menos debe demostrar mediante todos sus actos que es ejemplar.
Pero no se engañen los héroes también tiene su defecto y es esa tendencia a equivocarse. Por eso suele ser indispensable la doble identidad.
Por eso es que algún día imité a un héroe de la T.V. de los ochenta que vestía de blanco y aparecía en ayuda de una mujer llamada Clara Manta Figueroa Zarmiento y se hacía llamar Generoso el Guajiro y junto a sus amigos el Herrero, hombre con la capacidad de desdoblar una herradura y el Inglés un hombre de mar, enfrentaba a sus enemigos entre los que se contaban mujeres de belleza suprema con cerbatana y espada.
Este Héroe tenía una entidad normal envestida en la de Alejandro Fragoso un singular y correcto caballero de gafas y presencia nerviosa.
¿Y todo esto para qué?
Para nada, para consignar aquí que la humanidad siempre venerará a seres por encima de sus posibilidades, con el pretexto de que al final los héroes también se mueren pero pueda ser que sus poderes queden heredados.
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