Por XervanteX
Llego muy callada con hedor a sexo y a licor.
Mintió cuando le pregunte si me amaba.
Estaba ebria y yo sabía que así era una víctima fácil.
La almohada se me hizo dura, preferí su pecho.
Ella se ofreció sin vacilar, pero yo no era un aprovechado, quizá seria un buen sexo, quizá tenga ella un orgasmo o dos o más pero yo quedaré con la culpa de ser un abusador, alguien que tiene necesidad de que su víctima esté en esos trances.
Ella se cobijo con mi desprecio, voltio y se puso a soñar con sus amantes de otras épocas.
Me aparté, fingí dormir y estar en calma.
Al amanecer un ruido en la puerta me alerta. ¡Ella se marchaba!
Pero no. No era así. Me vi de repente solo en la cama y levantándome como un resorte acudí a la puerta para darme cuenta que ella apenas llegaba, ebria y con la consigna de que me extrañaba.
La arrastré a la cama espantado por la idea de haber estando anoche con otra mujer.
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