Por XervanteX
Me asomo al puerto y en la inquieta agua trato de ver mi reflejo junto al tuyo ¡lo siento!
Estoy solo al otro lado, a mi viene la idea de saltar de una vez y terminar con todo, no se nadar.
-No es hondo- dice un Pescador quizá advirtiendo mi idea de suicidio.
Vigilo desde lejos a las parejas que celebran, que se deleitan con las bebidas y la pólvora que empieza a iluminar el cielo.
Una nenita viene a mi, me agacho para escucharle decir que quiere bailar conmigo. Me siento un idiota bailando con una pequeña en medio de parejas que nos miran y se sonríen, al final resulta que ha sido la mamá de la nenita quién le a encomendado hacerme feliz por un rato, en compensación a la nena y a ella les invito a degusta algodón de azúcar.
- No debes estar triste, es una noche para celebrar- dice Amelia la mamá de la nenita que se llama Mila.
Advierto que ellas no quieren estar solas y por eso me han convidado ¡son tan amables! pero ya en mi mente se dibuja el pretexto perfecto para separarme de ellas y huir como lo he hecho siempre.
Solo que cuando voy por unos helados una mujer rara me advierte con un susurro -cuídate, esas dos son malas- pero cuando busco el origen del susurro ya no hay nadie.
Me valgo del pretexto para irme, les dejo unos pocos billetes para que aprovechen los juegos, les digo adiós y me pierdo con dirección al lago, al puerto.
Me encuentra el amanecer inquieto mirando mi reflejo en el agua y entonces el susurro se hace voz y me toma por el cuello mostrándome un diario donde se destaca la noticia de un hombre que apareció muerto en el festival ¡había muerto de pura felicidad!
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