Por XervanteX
Hay que tener valor para confesar que la vida le sobrepasa y que no se ve sentido a nada. Y entonces tramitar ese tíquete hacia el más allá que te da derecho a dormirte para siempre. Pero nada es fácil hoy en día, el protocolo al menos te sentencia a la paciencia y a la digna espera. Porque la vida tal como el agua tiene su ciclo y a unos hoy le tocará morir y a otros apenas despertar o dormir y vivir. Tuvimos la intensión de ser eternos por nuestros textos y también ganarnos algún dinero, pero nadie ya quería literatura porque no calmaba el hambre ni el dolor. Ni nunca se vio que la literatura impidiera alguna guerra ni curará alguna pandemia, menos que tuviera las propiedades de un preservativo ni diera los poderes de la resurrección. Nos erigimos como seres indomables para destruir el corral y huir como locos, nuestra religión consistió en el silencio y odiamos el llanto continuado y triste, a la sazón del todo nuestros cuerpos solo son vehículos de conocimiento y energía y por tanto algún día iban a desaparecer. Así os presento la literatura de confrontación y de vicio, las letras que se tejen en la hendidura sexual de la minifalda o la cúpula del seno o el hueco del ombligo, la literatura del desconcierto, de la cesación del acto y el escupitajo del orgasmo masculino porque del orgasmo femenino no hemos tenido noticia desde los tiempos de Helena de Troya.
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