Por XervanteX
La última vez que hablé con César me sugirió paciencia, más de la que ya conservaba, dos años después el César ya no existía y tampoco su imperio de ideas, tuvimos que escondernos en parajes inhóspitos y burlar la vigilancia de sus propios enemigos ahora heredados por nosotros hasta que alguien planteo un válido método para que nos dejarán en paz: el olvido. No fue sino hasta que conectaron los cables y sentí el primer pulso eléctrico que me arrepentí de haber incursionado y seguido las ideas de César, hoy todo se me confunde y a veces me tiembla el pulso cuando escribo, ya no recuerdo muchas cosas de mi vida, pero esa quizá fue la herencia de ese amigo que se fue. Pues él se llevo también algo de mi y ahora mis temores solo cambiaron y alguno que otro recuerdo me sirve para edificar a partir de la nada el todo en el que vivo, vivo en una penumbra descargando audios por si me quedará en algún momento ciego y vivo escribiendo lo máximo posible por si llegará mi hora, últimamente me he dedicado a hacer todos los entuertos y ungüentos que me dicen para vencer la desesperanza, algo mato en mí el deseo y eso parece bueno y malo a la vez, solo me queda esta testaruda vida y la humildad para reconocer que a pesar de haber olvidado parte de mi vida sigo sin saber lo elemental.
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