Por Emilio Suárez
Cuando fui a la oficina de empleo por el empleo de mi vida me desconcerté ante la noticia de que había calificado para mensajero de una empresa, - por algo se comienza - me había dicho Alexis, pero lo que más me desconcertó es que cuando llegue a tomar posesión del puesto vi en un rincón una bicicleta y aún más un uniforme tipo mameluco que en definitiva acabo por causar mi desconcierto. Por lo demás no fui presentado a los demás mi único contacto era un señor con cara de primate que se encargaba de recoger la correspondencia en un carrito de rodachines -así empezó el que hoy es el gerente - me había dicho mientras yo espiaba a las secretarias cuyas piernas en las minifaldas sobresalían con creces. El desconcierto me duro muy poco cuando por sobrecargar la bicicleta y con paquetes y todo al suelo fui a dar, y renuncié y al menos pude esta vez ver de cerca a las secretarias y si apenas sonreír porque por el incidente me partí un diente.
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