jueves, 15 de septiembre de 2016

TODO LO ABSOLUTO ES PELIGROSO

LoS InDoMaBleS

Para ayudarte a ti mismo debes ayudar a los demás.

El tiempo es un verdugo.

El viento trajo su cabello al rostro, me afane a descubrir, sin embargo sus ojos estaban ya húmedos, pero no era por el viento, ni tenía que ver el escenario tan inverosímil, ni el hecho de estar juntos allí. Lo que pasaba era que yo había renunciado a la vida ordinaria que ella me proponía, el lindo escenario de la buena vida, en la que hay amor y se pagan impuesto, en la que se promete la felicidad y se pagan impuestos, en la que uno manda y el otro obedece y se pagan impuestos, en la que se toman fotos para el recuerdo y se pagan impuestos. 

¡Esta vaina no es para mí!

Yo no me inmiscuiré en la rutina y lo normal, soy muy diferente a todo.

Era en ese momento inútil explicarlo.

Todo yacía en un mar de tormento y duda. Debía renunciar a esa escena novelesca. Dejar de sentir para comenzar a traducir la vida de verdad.

Ella me había prohibido la lectura: la poesía frenética, la rebelión exótica, la nada irrestricta y la demencia absoluta. 

Así fue como partí a buscar mi camino, mi meta, y ella por entonces me sentencio con la promesa de que me arrepentiría no haber tomado otra decisión, quizá ella contraería matrimonio, tendría hijos, se ocuparía de un magistral hogar, pero eso no colmaba mi consciencia.

Y un día nos encontraríamos en medio del camino, yo en medio de la calle sin un hogar, sin más ropa que la puesta, sin la posibilidad de ser más, y ella del brazo de un apuesto esposo, con sus hijos e hijas, con un hogar, un auto y una mascota, y la posibilidad de ser alguien en la sociedad.

Algo debemos hacer para justificar esta vida, la muerte se justifica sola. 



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