domingo, 25 de septiembre de 2016

Gonzalo ha dejado el edificio

Por XervanteX

Y ¿si la muerte fuera como un orgasmo?

Viéndonos allí de ilesos y felices quisimos descubrir si acaso fuésemos inmortales. Cargamos el veneno en la jeringa, azul, pestilente, insana, contagiada, mientras otros hacían el amor sin protección contra embarazo o SIDA. ¡Qué promiscuidad!. Todos contra todos como en el mundial.

Hay que renunciar a la matricula condicional. Pensar a la velocidad de la luz o más allá. Eso fue lo que nos enseño el profeta de negro. A dónde ustedes van a rezar ¿a tierra santa?. Pero si Dios nació acá. ¿Estás diciendo que Gonzalo Arango fue un dios?. Ni dios lo quiera. ¿Y entonces por qué los libros de religión hablan de él como ejemplo de redención?. Porque a ellos se les cae su Dios y tienen que echar mano de lo que sea, para elevarlo.

Gonzalo Arango era un hombrecito de notable presencia con una voz tranquila, exagerada humildad pero no más escribía o pronunciaba sílaba temblaba la realidad.

 Gonzalo nos enseño ha poseer, ha abandonar, a invertir cada vida en cada tiempo, a poseer lo no poseído. Nos enseño además a amar. Su muerte no fue en una crucifixión, tampoco dependió de él, solo fue una jugarreta del destino que dice que los cuerpos se pueden estrellar a cierta velocidad. 

Gonzalo está muerto y yo mientras siga con vida le recordare, tanto como a mi hermano Oscar o mi perro Paco. Y ¿Por qué sufrir por el pasado?. No, no es pasado es hoy, es presente y es vida, es una forma de hacer resurgir la presencia de esos seres que fueron presencias en nuestra vida y puede la eternidad no sea posible en los términos de la metafísica y la trascendencia, pero es una manera de resurgir entre tanta realidad falsa. Que triste que en septiembre se reúnan tantas penas, tanta razón para aullar tanta verdad indispuesta.

Gloria eterna al Profeta de la Oscuridad Nueva.

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